Aragón - Provincia de Huesca


Santa Maria de Iguacel
(Jaca, La Jacetania)

42º 38,825'N ; 0º 28,316'O     




Fue propiedad del conde Sancho Galíndez, que la recibió en herencia de su padre Galindo, a mitad del siglo XI. En el año 1080 fue donada al monasterio de San Juan de la Peña.


A finales del siglo XII, el rey Pedro el Católico instalar una comunidad de monjas bajo la regla del Císter. No estuvieron mucho tiempo debido a las duras condiciones meteorológicas del valle. En 1212 las monjas se trasladaron a Cambrón, hasta que a finales del siglo XVI se desplazaron a la casa de Santa Lucía de Zaragoza.


Al este de la cabecera podemos ver una fuente de agua, que algunas fuentes creen que ya era utilizada por la comunidad de Iguacel a la edad media.


La iglesia tiene una sola nave, que sorprende por su altura. De ahí que la cubierta es de madera. Está rematada al este por un ábside semicircular, cubierto con bóveda de cuarto de círculo y precedida de un presbiterio cubierto con bóveda de cañón.


El ábside se decoró por su parte interior el año 1072, añadiendo cinco arcos ciegos.


Estos arcos se apoyan en pequeñas columnas adosadas, que tienen sus capiteles esculpidos. Básicamente se decoraron con motivos vegetales y geométricos, entre los que podemos encontrar pequeñas cabezas humanas o de ángeles.


Hay un capitel especial, donde se esculpieron a seis personajes sobre un motivo ondulante. No se conoce a ciencia cierta cuál es su interpretación, aunque algunos estudiosos creen que podrían ser pescadores recogiendo las redes, motivo representado en uno de los capiteles más interesantes de la catedral de Jaca.


Entre los años 1976 y 1982, la Asociación Sancho Ramírez, descubrió y restauró unas interesantes pinturas góticas del siglo XV, que decoran el tambor absidal. Por suerte, se conservan en su lugar original y no como la reja de forja del presbiterio, el frontal de altar o la talla románica de la Virgen, que se encuentran en el Museo Diocesano de Jaca.


En el interior de los arcos añadidos en el siglo XI encontramos escenas de la vida de María, la titular del templo. En el arco central encontramos representada a la Virgen de la buena leche.


En el arco situado más a la izquierda se representa la escena de la Anunciación, en la que sigue la Visitación.


Al otro lado de la imagen central, encontramos el Nacimiento de Jesús y la Epifanía. Sorprende ver a José en la escena de la adoración de los magos con la vieira y la calabaza típicas de los peregrinos. Seguramente es una clara referencia a los miles peregrinos que de camino a Compostela pasaban por este valle.


Tocando el muro sur del presbiterio, vemos a San Miguel luchando con el demonio.


En el nivel inferior vemos un apostolario. En el nimbo de cada uno de ellos estaba escrito su nombre. Muchos de ellos, desgraciadamente han desaparecido. De los doce apóstoles sólo se han conservado ocho. Los seis del lado derecho y dos del izquierdo. Todos llevan un libro en una de sus manos, mientras que en la otra tienen sus atributos o las herramientas con que fueron martirizados.

A pesar de su erosión podemos identificar de derecha a izquierda a San Pablo, Santiago de Zebedeo, San Bartolomé, Santiago hijo de Alfeo, Santo Tomás y San Pedro.


En la parte central, sin que se sepa el por qué, están las figuras de Santa Apolonia y San Pedro Mártir.


Como ya hemos comentado, en el lado izquierdo sólo se han conservado dos apóstoles: Judas Iscariote, que tiene el nimbo negro por haber traicionado a Cristo y San Mateo.


Las pinturas por encima de la arquería presentan un grado de erosión muy elevada y apenas se puede observar un Calvario.


En el tramo sur del presbiterio se conserva una figura humana, con un escudo en el pecho y que sostiene unas flechas con la mano derecha. Su estado de conservación es tan deficiente que no permite su identificación.


Se cree que el resto del templo también estuvo decorado con pinturas, pero sólo se han conservado unos pequeños fragmentos muy deteriorados en el muro sur y en la bóveda de cañón que encontramos más cruzar la puerta del muro oeste.


Por la parte exterior, el ábside se dividió inicialmente en tres espacios mediante dos lesenas. En cada uno de estos espacios se abre una ventana, que en el 1072 fueron decoradas con un arco apoyado en dos columnas. Sus capiteles están decorados con animales, motivos vegetales a base de palmetas, volutas o piñas y un capitel historiado.


El primer capitel que encontramos si recorremos el ábside de izquierda a derecha es el historiado. Como en el caso del capitel historiado del interior del templo, cuatro personajes se encuentran encima de un motivo ondulante. Se cree que su interpretación es la misma, es decir, el motivo bíblico de los pescadores. El siguiente capitel está decorado con leones en el registro inferior y elementos vegetales en el superior.


Los capiteles de la ventana central tienen águilas con las alas desplegadas y motivos vegetales.


En la ventana del lado derecho se han esculpido únicamente motivos vegetales en sus capiteles.


Se completa la decoración del ábside con los canecillos y las metopas esculpidas, con motivos a base de palmetas, rosas, bolas, entrelazados y volutas muy erosionadas. Sostienen un friso ajedrezado.


También están decoradas las ventanas del muro sur y la que preside la fachada oeste. Las del muro sur están enmarcadas por una imposta.


Las ventanas del muro sur tienen capiteles de tipo vegetal o con entrelazados.


En la ventana del muro oeste vemos motivos florales en el capitel derecho y águilas en el del lado izquierdo.


También se reformó en el siglo XI la puerta de acceso del muro oeste. Está formada por tres arcos de medio punto en gradación. La arquivolta central tiene forma de bocel y descansa en dos columnas, con los capiteles esculpidos.


En el capitel del lado izquierdo tiene una figura humana en el ángulo. La rodean motivos vegetales y dos leones. Podría tratarse de la representación de Daniel y los leones. En el del lado derecho también tenemos una figura humana que sostiene un objeto con sus manos. Dos demonios lo cogen por los brazos. En este casa nos encontraríamos con el avaro, que no suelta su bolsa de dinero, ni siquiera cuando los demonios se lo llevan al infierno. Nuevamente nos encontramos con una representación del bien y el mal. También están bellamente decorados los montantes con motivos vegetales.


La portada está protegida por un guardapolvo ajedrezado. El otro elemento decorativo que encontramos en la portada es la escocia del segundo arco, decorada a base de palmetas.


En las bases podemos ver algún cuadrúpedo esculpido.


Pero sin duda el elemento más característico de la fachada es la inscripción que hay bajo un tejadillo apoyado en canecillos esculpidos. En ella se dice que la iglesia fue construida por orden del conde Sancho Galíndez y su esposa Urraca y se terminó durante el reinado de Sancho Ramírez en Aragón. También nos dice que quien hizo la inscripción era un tal ACEM y que las esculturas las hizo Galindo Garcez, en el año 1110, que con la corrección correspondiente es del año 1072, momento en que se reformó el templo.


Los canecillos son de mejor calidad que los realizados en el ábside. Podemos ver florones, elementos geométricos, cabezas humanas, animales, entrelazados, un personaje que apoya la cabeza en las rodillas y rosas.


Se accedía al templo por dos puertas más, una situada en el muro sur y que aún funciona y otra en el muro norte, reutilizada como acceso al campanario.


En el siglo XII se adosó al lado norte la torre campanario. Tiene planta cuadrada y se divide en dos cuerpos, cubiertos con bóvedas de cañón. En el tramo inferior una escalera adosada a los muros laterales desemboca en una escalera de caracol, que permiten el acceso al piso superior. Se cree que en este segundo espacio se alojaba la pequeña comunidad de monjas. El espacio estaba dividido en varios pisos separados con estructuras de madera.


De hecho, en el tramo de la nave más cercano al presbiterio podemos ver unas pequeñas aberturas que comunicaban el templo con esta estancia.


El suelo de la nave está decorado con motivos geométricos realizados con piedras de río.


Desgraciadamente, cuando visitamos este templo, no podemos disfrutar de todos sus tesoros, pues los más valiosos se conservan en el Museo Diocesano de Jaca. Se trata de la talla de la Virgen de Iguacel, el frontal de altar y la reja de forja que separaba el presbiterio de la nave.

La imagen de la Virgen es del siglo XII. Se trata de una imagen policromada de María, que tiene el Niño en su regazo. Destaca por su seriedad y rigidez. Con motivo de la romería que se realiza el segundo domingo de julio, la Virgen retorna, aunque por unas horas, a la que durante siglos fue su casa.


Durante la restauración del templo realizada entre 1977 y 1982 se descubrió el antiguo frontal de altar, del que se había perdido la pista en 1928. Se encontró accidentalmente al desmontar el suelo de madera, pues había sido utilizado como tarima detrás del altar. De ahí que su estado de conservación es bastante deficiente y en muchos puntos se ha perdido totalmente la policromía.


Se realizó a finales del siglo XIII, aflorando los nuevos gustos y técnicas del estilo gótico. En él se representaron escenas de la Vida de María. En el ángulo superior izquierdo podemos ver la Anunciación y el repudio de José, una escena poco habitual, pues representa la desconfianza de José ante el embarazo de su esposa. El ciclo continúa con la Visitación y la Natividad, situados en el ángulo superior derecho.


Ya en el nivel inferior se representa la Epifanía, en el lado derecho, y la presentación de Jesús en el templo en el izquierdo.


La parte central está dedicada a la Dormición de María en el nivel inferior y la Asunción en el superior, donde vemos a Cristo entronizado, que acoge el alma de María, representada como una niña.


La reja de forja es el otro elemento conservado en este museo. Está dividida en cuatro partes, las dos centrales hacen las funciones de puerta. Se cree que su creador tenía sus orígenes en la escuela de forja catalana, pero sin duda nos encontramos con uno de los ejemplos más interesantes. El motivo que se va repitiendo una y otro es el de una espiral, que en el extremo central tiene esculpidos unos cabezas de animales.


El templo se puede visitar desde el segundo domingo de Julio hasta principios de septiembre, gracias a la Asociación Sancho Ramírez, los miembros de la cual enseñan el templo a los visitantes de forma desinteresada. Siempre es agradable encontrarse por el camino a gente con este entusiasmo. Desde aquí nuestro agradecimiento a su trabajo y al trato recibido durante nuestra visita.